En el país existe una profesión que continuamente es maltratada, difamada y menospreciada por el estado, siendo objeto de evaluaciones punitivas, con horarios de trabajo que exceden su jornada laboral, con bajísimos sueldos y sin la debida seguridad y salud en el trabajo, es decir, una constante explotación laboral, situación que no vemos ni de cerca con la realidad de otros sectores y esa profesión es la del maestro.
Los maestros son carne de cañón en la política nacional y cualquier político de turno tiene la osadía de despotricar y maltratar a los maestros como mejor les parezca, sin que exista el respeto y la consideración que el estado y sus gobernantes deberían tener por quienes se dedican a la más noble y sacrificada de las profesiones, formando nuevos y mejores ciudadanos.
Ser Maestro (a) en el Perú significa trabajar antes de ir a su trabajo, pues los maestros deben preparar sus clases todos los días, luego realizar su trabajo diario en su institución educativa y cuando ya terminó aparentemente su jornada laboral, en casa tienen que evaluar su propio trabajo para efectuar la retroalimentación necesaria para el logro de sus objetivos educativos. Es decir, el maestro está sometido a un estrés constante y a una excesiva carga laboral y no bastando con ello, el Ministerio de Educación obliga al docente a capacitarse fuera de su horario laboral varias veces durante el año, incluso los sábados para aplicar las estrategias que los “iluminados” del MINEDU han planificado y que muchísimas veces están desfasadas de la realidad, porque se han hecho sólo en el escritorio sin la correspondiente validación de la experimentación en el salón de clases.
El estado le exige al maestro que exponga incluso hasta su vida, pues estamos en la cuarta ola de la pandemia del Covid-19 y no está tomando las acciones correspondientes para la protección de la vida del maestro y sus niños. Las aulas están siendo saturadas por muchos más niños que antes de la pandemia y en las cuales ya no es posible respetar el distanciamiento social, lo cual lleva a un altísimo riesgo de contagio que ya se está evidenciando en muchas instituciones educativas.
Los maestros al trabajar con niños están sujetos a mucho estrés y requieren que el estado los atienda con un permanente apoyo psicológico, así como con un orden en la programación de las clases, las capacitaciones y sus vacaciones. Por razones pedagógicas e incluso medioambientales, las clases en el Perú deberían empezar en abril, así los niños pueden disfrutar adecuadamente de sus vacaciones sin tener que asistir a las aulas en climas extremos y los maestros podrían capacitarse durante el mes de marzo sin interferir con las clases, tal como se hacía antes y que daba mejores resultados que lo que se aplica actualmente.