
Retos de la Democracia en América Latina
El desafío de una democracia parece estar más relacionado con prácticas democráticas que con modelos institucionales innovadores. De hecho, América Latina se caracteriza por contar con regímenes democráticos que, en teoría, cuentan con la mayoría de los diseños institucionales desarrollados por la Academia para lograr un buen funcionamiento democrático y un adecuado control de las instituciones. Así se crean y modifican permanentemente, organismos destinados al control republicano, a evitar la corrupción, a asegurar la probidad en la gestión pública, sin que se haya modificado una realidad en la que abundan los abusos de poder, el nepotismo, la corrupción y la ineficacia.
La gestión de buenas prácticas en una buena democracia es necesaria para consolidar procesos de diálogo, tolerancia y para establecer acuerdos mínimos, que permitan definir un rumbo estratégico, consensuado por los principales actores económicos, sociales y políticos en cada sociedad.
Sin embargo, ese diseño institucional y su cuerpo legal no obligan a los dirigentes a reconocer la legitimidad de sus rivales en la competencia por el poder, ni a moderarse en el uso de los atributos que les otorga la democracia a quienes ganan elecciones, garantizando reglas claras y juego limpio, ni tampoco a generar espacios de diálogo para generar acuerdos mínimos. Pero los resultados de la gestión de la democracia dan cuenta que, sin esos mecanismos, las sociedades se estancan, retroceden, se agrietan, y van minando las capacidades de desarrollo del conjunto social.
Levitsky y Ziblatt[1] lo dicen así: “… Cuando la división social es tan honda que los partidos se asimilan a concepciones del mundo incompatibles, y sobre todo cuando sus componentes están tan segregados socialmente que rara vez interactúan, las rivalidades partidistas estables acaban por ceder paso a percepciones de amenaza mutua. Y conforme la tolerancia mutua desaparece, los políticos se sienten más tentados de abandonar la contención e intentar ganar a toda costa. Eso puede alentar el auge de grupos antisistema que rechazan las reglas democráticas de plano. Y cuando esto sucede, la democracia está en juego”.
Los problemas de la democracia están íntimamente relacionados con la desconexión entre las demandas sociales y las respuestas del sistema democrático que debe articular el sistema político. A su vez, crecen sectores que descreen de la política y en algunos casos se convierten en militantes fervorosos de la anti política, desarrollando una pertinaz tarea de deslegitimación, no sólo, de la política, sino también, de las instituciones de la democracia.
El enorme desafío para la democracia reside en lograr que los ciudadanos, que se han desprendido de los valores tradicionales, más centrados en lo colectivo (la familia, la comunidad), y que, en buena medida, aparecen hoy dedicados al culto del consumo y del individualismo, logren perfeccionar y sostener un sistema democrático cuya esencia se nutre de la confianza en el otro y en una construcción colectiva.
La crisis de la democracia representativa descripta incluye varios fenómenos o circunstancias, que degradan la calidad del sistema democrático y, en particular, desarticulan fuertemente la relación de representación existente entre los ciudadanos y sus representantes.
El rol de los partidos políticos, la desconexión entre la política y la ciudadanía, el deterioro de las instituciones públicas, la supremacía de los poderes ejecutivos por sobre los poderes parlamentarios y judiciales, la judicialización de la política, la politización de la Justicia, el exceso de poder del gobierno, son todos ellos elementos que se desprenden de la misma idea: el progresivo empeoramiento del funcionamiento democrático y de la calidad de la democracia en los países desarrollados y más aún en aquellos en los que no se alcanzó un desarrollo suficiente.
La posibilidad de revertir la situación de ciudadanos que no saben que lo son, o de una ciudadanía que hace prevalecer intereses personales o sectoriales sobre los intereses del conjunto; de dirigentes políticos, sociales y económicos que sostienen o acentúan la falta de formación ciudadana y que actúan defendiendo intereses personales o sectoriales y atentando contra el bien común, permitiría revertir este “abrazo mortal” que se ha venido produciendo deteriorando y asfixiando a la democracia, a sus valores y a sus instituciones,.
Trabajar en un nuevo círculo virtuoso para la democracia, de concientización y formación democrática para todos los sectores y todos los niveles, es el enorme desafío que enfrentamos en América Latina.
[1] Levitsky, Steven y Daniel Ziblatt. How Democracies Die. Nueva York: Crown Publishing, 2018

Jorge Arias, es Consultor político especializado en América Latina, experto en desarrollo; Director del Índice de Desarrollo Democrático de América Latina IDD-LAT; del Índice de Desarrollo Democrático de México IDD-MEX; del Índice de Desarrollo Democrático de Argentina IDD-AR; Fundador y Secretario de Red NAP. Es Conductor del ciclo radial «Unicornios Culturales» en Radio Cultura de Buenos Aires.