Pareciera que nuestros últimos gobiernos estuvieron sólo preocupados en llenar de fierro y cemento nuestras ciudades, importándoles muy poco o nada las inversiones en el capital humano del país, es decir, en la salud, la educación, la ciencia, la investigación, la nutrición, la seguridad alimentaria, la ciudadanía, etc.
En el Perú estamos asistiendo a un nuevo escenario propio de las megalópolis como son los ataques a civiles por parte de personas con sicopatías mentales, que al no tener un apoyo profesional que los ayude a sobrellevar su pesada carga mental, explosionan sin ningún tipo de miramientos ante situaciones y/o eventos difíciles, como lo sucedido en el último fin de semana en los límites de los distritos de independencia y Los Olivos.
Dentro de estos nuevos escenarios se encuentran también aquellos que promueven a los antihéroes a través de las redes sociales y que escudados en el anonimato atacan directamente a la sociedad. Estos grupos de desadaptados sociales entre los que se encuentran sicarios jóvenes, delincuentes comunes, vendedores de drogas y otros, exhiben a través de las redes sociales sus vidas violentas, carentes de afecto y llenas de alcohol, drogas delincuencia y muerte. Por ello es necesario que nuestras instituciones tutelares de la seguridad interna del país hagan un estricto seguimiento a través de las redes sociales para poder ir previniendo futuros ataques que siempre generan víctimas inocentes que se ven afectadas porque no se tomaron las medidas a tiempo.
La violencia que está viviendo nuestro país nos debe llevar a reaccionar y preguntarnos si como estado y sociedad estamos cumpliendo con atender cabalmente a nuestra población, sobre todo a las grandes mayorías. En los últimos 25 años podríamos decir que surgió un nuevo Perú, lleno de entusiasmo y de emprendimientos, de comedores populares y talleres artesanales, de migrantes y pequeños empresarios, pero también con grandes empresas transnacionales y centros comerciales gigantescos que desplazaron sin ningún control o planificación a nuestros pequeños mercados y comerciantes, generando serias fracturas sociales que no las queremos ver. Es decir, ha imperado el poder del más fuerte, del que tiene más plata y ello también ha impactado en lo social, sino veamos todos los escándalos de corrupción que ahora estamos viendo, debido al poder del dinero y el poco amor a la patria que nuestros gobernantes han demostrado, traicionando a la nación.
No hemos querido darnos cuenta que también han surgido nuevos escenarios sociales donde los adolescentes, jóvenes y adultos son atraídos por el consumismo y el disfrute sin control. Como simple ejemplo miremos las playas del sur, o los centros de diversión de los conos de Lima norte, Lima este, donde el desenfreno es lo común y donde el exceso no es la excepción a la regla. Es necesario trabajar en el fortalecimiento de los valores sociales, de la familia, pero también en la educación y en proporcionar espacios para la investigación o para generar actividades deportivas y recreativas que pudieran atender las múltiples necesidades de nuestra sociedad, mejorar las oportunidades del tiempo libre, así como de fortalecer la solidaridad, no sólo ante desastres naturales, sino en el día a día: preocuparnos por los demás, dar una palabra de aliento, un abrazo fraterno, un consejo, es algo que cada vez nos cuesta hacer. La indiferencia se va apoderando de nuestras calles y barrios, escuchando frecuentemente la frase “con tal de que no se metan conmigo, no me interesa lo que hagan los demás”. Nos estamos volviendo muy indiferentes a la realidad, tanto que ya no nos importa lo que hagan nuestros gobernantes sean del gobierno local, regional o nacional. Ya no somos capaces de fiscalizar, de levantar nuestra voz de protesta ante el abuso de quienes gobiernan, hemos llegado casi a tolerar la corrupción, a vivir con ella sin mayores miramientos, si hasta hemos llegado a legitimar la demencial frase “roba, pero hace obra” lo cual nos está indicando cuan moralmente precarios andamos. Nuestra sociedad anda tan mal que los corruptos son los que convocan a marchas y hablan todos los días de combatir la corrupción. Ojala todos reflexionemos y empecemos el cambio, comenzando por nosotros mismos.
Como dice la canción de Mercedes Sosa, “Solo le pido a Dios/ que el dolor no me sea indiferente/ que la reseca muerte no me encuentre/ vacío y solo sin haber hecho lo suficiente”